A partir de un encuentro con Mordechai Arbell en 2008, Miguel Kohan recupera imágenes de su primera infancia en Basavilbaso y comienza un incesante recorrido en vertical por el continente americano y las islas del Caribe en búsqueda de casos similares al de su familia gaucha y judía: comunidades que surgieron a partir del encuentro de los judíos sefaradíes que huían del borde oeste europeo con los pueblos originarios de América. La experiencia judía: de Basavilbaso a Nueva Ámsterdam – producida por K Films producciones y Jewish Dreams Productions – es la nueva cinta del documentalista – o detective – que documenta una diáspora del Caribe, inconcebiblemente enorme, para remarcar uno de los caracteres más fuertes de la cultura judía: su diversidad.
– ¿Cómo es que una investigación antropológica se hace película documental?
– La película transcurre en un gran viaje, de Basavilbaso a Nueva Ámsterdam, desde el pueblo donde nació mi papá. Tengo una imagen de mi infancia, el recuerdo de ver a mi familia entrerriana vestida como gauchos, y lo tomaba como algo natural, pero cuando crecí me empecé a interrogar sobre esta cuestión de ser gaucho y judío. Cuando elegí hacer cine, se encarnó en mí hacer una investigación sobre esta capacidad judía de desdoblar fronteras: en una presentación de Salinas grandes (2004) Mario Cohen – historiador de la colectividad judía – me regaló un libro que se llamaba América colonia judía, y apenas lo lei, dije: esto merece ser una película.
Conocí a un historiador autodidacta que formó parte de la investigación de la película: conecté su discurso con las imágenes gauchescas que yo tenía, con lo que él describía de su investigación en la Jodensavanne, en Surinam, sobre ésta diáspora judía sefaradí que huye del horror de la Inquisición y que llega al encuentro con pueblos originarios. Terminan haciendo una alianza y surge una colaboración, hasta económica, que fue tan fuerte que la comunidad judía fue próspera por ochenta años. Es un viaje a otros lugares, a Nueva York, Recife, Jamaica y San Eustatius – una isla muy chiquita del Caribe, de cinco por siete kilómetros -que anidó una inmigración judía que dejaba la agricultura por el comercio de artículos entre Europa y América (entre ellos, armas que vendieron a la insurrección americana y generarían hechos con repercusiones políticas). Vimos tantos cementerios de la época del 1600, tantas tumbas, que las vemos más que como espacios de muerte, como ventanas de vida: tienen en su superficie lenguajes: inglés, hebreo, holandés, ladino.
En el nordeste de Brasil – en lo que se llama el sertão – hay un grupo muy grande de personas que se están descubriendo judíos. Se dan cuenta de que tienen costumbres judías y algunos no tienen ni la menor idea de que son judíos, y siguen practicando costumbres judías, la mayoría campesinos; otros toman conciencia, y otros lo saben, de alguna manera por tradición oral, entonces, como decía un historiador en Recife, parecería ser que estas personas, que dicen ser judíos – algunos los llaman retornados, en hebreo, anusim – parece ser como una reparación histórica de lo que fue la Inquisición.
Este gran viaje, además de conectar con elementos históricos y no históricos, toca el artículo de Mario Cohen (consultor de la película, invitado al Congreso de la Lengua Española en Córdoba), Sobre el idioma judío español: hay algo enigmático en cómo el idioma judío español, el ladino, que estuvo al borde de la extinción, ha logrado sobrevivir y tiene un lugar en la Academia Real Española. Algo de eso hay en la película, algo enigmático y milagroso, como lo que ocurre en Brasil, por ejemplo, de la persistencia en una creencia más allá de la palabra.
– ¿Hubo algún descubrimiento personal en este viaje?
– A lo largo del tiempo yo tuve un acercamiento al judaísmo por tradición familiar, un recorrido social del cual forma parte una gran parte de mi generación: acudíamos a instituciones judías por amigos o por recomendaciones familiares. Con el correr del tiempo uno se empieza a abrir, quizás, de esa exigencia judía de tener que pertenecer a un cierto lugar, pero conserva ese aspecto de la diversidad. Creo que hay algo del judaísmo que tiene que ver con esa diversidad y que es lo que más me interesa. Creo que por eso, en ese recorrido de la experiencia judía, anida esa cuestión, por eso esta relación entre judíos, arahuacas y caribes en la selva de Suriname fue algo maravilloso, porque escuchar de la palabra del jefe de la tribu que son ellos los que conservan la tradición y la memoria judía. Me parece que en los tiempos que corren es una frase encantadora, y trae nuevos interrogantes.
– ¿Cómo llegas a los personajes de la película?
– Ellos son quienes tienen que entrar en diálogo con la película, con la cámara, con uno, y se tiene que generar un encuentro para que sea no solamente verosímil sino que transmita una atmósfera. Para mí, la atmósfera en la creación de un discurso, de una película, es muy importante. Siempre hablo de la frase de Antonioni, las películas no están solamente para ser comprendidas sino para ser experimentadas. Muchos fueron encontrados azarosamente en un viaje: en Brasil hicimos un recorrido por el sertão y teníamos unos personajes que una gran, gran productora – Débora Herszenhut, también antropóloga – detectó: cuando los encontramos por primera vez, y encontramos otros en el camino, sucedió la sorpresa, lo que más me gusta del documental, lo imprevisible. Cuando contacto a Raquel Frenkel en Nueva York, una arqueóloga que investiga cementerios en Jamaica, no la encontramos en Nueva York, sino que nos sumamos a un viaje que hace anualmente a Jamaica para descubrir cementerios. Ella dice que hay 23 y lleva descubiertos 12. Fue un viaje en el que apenas había espacio para hablar con ella, porque el objetivo era profundizar los textos de las tumbas; también ir a los pueblos del interior de Jamaica ver si el cementerio que ella tenía como hipótesis que existía en Saint Anne estaba debajo de un basural: cuando se limpia y aparecen las letras en hebreo… ese momento es impresionante. A Harold, que me lo había recomendado Mordechai Arbell, lo conocí por Skype, y entramos en un contacto bastante fluido. Fueron un mix de personas recomendadas que surgían a lo largo del viaje y otras que encontramos durante el viaje.
– ¿Cómo estructuraron en edición un rodaje tan extenso?
– El mapa de la inmigración sefaradí huyendo de la Inquisición en América es muy complicado. Con Rosario Cervio (montajista) e Inés de Oliveira Cézar (co-guionista) debatíamos si hacerlo cronológico o respetar las atmósferas. Surgió algo y es que estuvo bueno respetar lo que se generó en el viaje, espontáneamente: fuimos a diversos lugares en los que la historia se contaba a partir de vestigios de presencias judías – sinagogas abandonadas en las selvas, o la de la isla San Eustaquio – para luego sumar a otras personas hablando de ellos. Al final del viaje apareció la posibilidad de ir a filmar a Brasil, como si esa historia se hubiese hecho presente y se hubiese encarnado en estos personajes que aparecieron.
– ¿Cuándo decidís dejar de grabar la película?
– A medida que transcurría el viaje, a medida que descubríamos distintos lugares, se hacía interminable. Había había que resolver entre lo interminable y lo terminable. Creo que la experiencia brasileña no definió un fin sino un momento narrativo muy interesante para decir hasta acá llegamos. No para darle un fin, sino una continuidad desde la palabra encarnada en personajes que actualizan una historia.
– ¿Qué preguntas abrió haber terminado la película?
– Me quedaron cuestiones a seguir investigando, como por ejemplo, un pueblito del sertão que se llama Caicó. A raíz de que muchas de estas personas se descubren judías, se empiezan a reunir espontáneamente una vez por mes para hacer una investigación genealógica. ¡Se reúnen para hacer genealogía! que todos aporten datos y fotos de unos con otros me parece un fenómeno social muy interesante. En Surinam, la tribu arahuaca es la está conservando el yacimiento arqueológico más importante que debe haber desde la Inquisición para el judaísmo. Me parece un fenómeno muy interesante. Son cosas que quedaron para seguir investigándolas. Me hace pensar en esta diversidad judía, estas puertas que se abren, me hacen pensar – parece ser una perogrullada – en la importancia de tener la mente abierta, más que estar encerrado en un ghetto.
– ¿Qué tan conectadas con Israel encontraste las comunidades?
– No hay una vinculación con Israel como Estado, como país. Es más, se habla de la nación judía del Caribe, que es parte de la investigación que hace Mordechai Arbell, uno de los protagonistas de la película y uno de los que hizo una profunda investigación de los judíos en Surinam, en San Eustaquio, en Jamaica. Descubrió cosas que eran totalmente desconocidas, cuando llegó allí a fines de los 60 inicios de los 70, él encontró personas que viven de manera dispersa en Colombia, Venezuela, Islas del Caribe, Panamá, y muchísimos lugares más. ¡Hay una idea de la nación judía del Caribe flotando en el ambiente! Raquel Frenkel hizo una investigación de los cementerios en Surinam, y descubrió que esos cementerios no están orientados a Jerusalén, no se sabe hacia dónde están orientados. Esas comunidades han pensado que la tierra prometida era Surinam. No estamos hablando de Israel, porque estamos en 1600, 1700, estamos hablando de muchísimo antes. Recién ahora hay un reconocimiento de una influencia cultural y ahí queda. En Brasil está un poco más avanzado, algunos que desean emigrar a Israel, algunos que se reconocen judíos, piensan, como posibilidad futura, irse a Israel.
– ¿Calificas como reparatoria la Ley 12/2015, la ley de nacionalidad española para sefaradíes?
– En la película está la frase del Rey de España, cuánto los hemos extrañado. Me parece que más allá de que uno pueda hacer una especulación, hasta económica, decir que quizás es un buen momento para que vuelvan, me parece que conscientemente o no, hay una admisión de un gran error del pasado por un hecho horroroso. España se ha visto muy enriquecida por la presencia judía. De hecho, los judíos se convirtieron en embajadores del idioma español, lo llevaron a otras tierras, y con eso llevaron un montón de cosas. Se verá en un futuro, no se sabe qué va a pasar, pero existe una invitación: bienvenida sea.
Miguel Kohan dialogó con Infobae Cultura ante el estreno de su película en el BAFICI XXI. Nota de Santiago Saferstein, para Infobae
Ficha técnica
Idiomas: Inglés / Español / Portugués / Holandés
Título: La experiencia judía, de Basavilbaso a Nueva Ámsterdam
Año: 2019
Minutos: 84
Interpretes: Mordechai Arbell, Harold Sibjling, Rachel Frankel, Jackes Rimbemboim
Director de fotografía: Javier Gruffi, Dave Edhard, Miguel Kohan
Guión: Inés de Oliveira Cézar, Miguel Kohan
Sonido: Nicolas Giusti
Edición: Rosario Cervio
Música: César Lerner
Productor: Miguel Kohan, Daniel Dunkelman, Deborah Herszenhut, Rachel Frankel
Produccion ejecutiva: Daniel Dunkelman, Inés de Oliveira Cézar, Teresa Rosenfarb, Miguel Kohan
Compañía: K Films Producciones, Jewish Dreams
Dirección: Miguel Kohan
País: Argentina