“Ni siquiera con la adjudicación de un nuevo modelo aseguraría la rentabilidad de la planta”, ha enfatizado. “Se necesitaría una gran inversión”, ha apuntado, aunque sin cuantificar el importe.
Respecto al coste del cierre, que el Gobierno ha calculado en unos 1.000 millones de euros, se ha limitado a señalar que todo dependerá de las negociaciones que ahora empiezan. Ha aprovechado para presentar a Frank Torres, quien en su día ya fue director general de Nissan Motor Ibérica y ahora regresa desde Rusia para pilotar el cierre. “No es una decisión fácil, pero los desafíos globales la han provocado”, ha señalado Torres.
De Ficchy ha comunicado el cierre a los sindicatos, después de que a primera hora de la mañana el consejero delegado del grupo, Makoto Uchida, avanzara la decisión a la ministra de Industria, Reyes Maroto, y al secretario general de Industria y Pyme, Raúl Blanco.
El Ministerio de Industria expresó su oposición a la medida. “Se ha propuesto a la presidencia de la compañía japonesa la creación de un grupo de trabajo para estudiar escenarios alternativos que garanticen la continuidad de la actividad industrial. También considera que la continuidad de la planta de Barcelona es posible mediante el plan de viabilidad presentado hace unos meses a la presidencia de Nissan Motor y elaborado de manera conjunta por el Ministerio de Industria y la Generalitat de Catalunya, con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona y el Consorcio de la Zona Franca”, ha destacado el ministerio en un comunicado.
Para el departamento que dirige Reyes Maroto, la planta tiene sentido económico, al ser más rentable invertir que asumir el coste del cierre, que podría superar los 1.000 millones de euros. También recuerda que “la planta tiene carácter estratégico, ya que abandonar Barcelona y España es abandonar la Unión Europea, con el consiguiente coste reputacional en un mercado de más de 500 millones de habitantes.” Una vez conocida la decisión se inicia un periodo de negociaciones en el que se establecerán los plazos y las condiciones del proceso. El Gobierno de España convocará en los próximos días a la Generalitat de Catalunya, el Ayuntamiento de Barcelona, Consorcio Zona Franca y las centrales sindicales para analizar conjuntamente la situación y estudiar diferentes escenarios de futuro.
La fábrica de Zona Franca –la más importante de Nissan en España– ha ido perdiendo carga de trabajo de manera paulatina en el último año, lo que llevó ya a finales de 2019 a plantear un recorte de 600 empleos, mientras que la planta trabajaba por debajo del 30% de su capacidad. Desde la pandemia, se encuentra paralizada.
La multinacional enmarca su decisión en su plan estratégico a tres años, después de haber entrado en pérdidas por primera vez en once años. Su posición en Europa ha quedado relegada en beneficio de Renault, tras el nuevo reparto de zonas geográficas anunciada por la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi este miércoles.
Nissan zanja así una presencia de 40 años en Barcelona. Fue la primera empresa automovilística japonesa con planta en Europa, después de adquirir la antigua Motor Ibérica con el objetivo de tomar posiciones ante el inminente ingreso de España en la Unión Europea y evitar así los aranceles y las cuotas de importación vigentes entonces. Empezó con el todoterreno Patrol, su vehículo más longevo, y con la Nissan Vanette, aunque la planta de Barcelona nunca consiguió hacerse con la producción de un turismo, que habría asegurado un gran volumen de fabricación. Los experimentos del Tino y más recientemente del Pulsar resultaron fallidos.
Han sido 40 años con etapas muy complicadas y más de una vez la planta parecía abocada al cierre. En diciembre del 2008, la plantilla se redujo en 1.600 personas y más recientemente, en el 2019, se recortaron otros 600 empleos. Una vez reducida al mínimo, ha llegado el cierre.
Nissan ha anunciado este jueves que en el último año fiscal –cierra en marzo– las pérdidas del grupo han sido de 5.670 millones de euros, en comparación a las ganancias de 2.700 millones del ejercicio previo. El impacto de la crisis del coronavirus, que ha obligado a parar las fábricas y hundido la demanda, se ha dejado notar en las cuentas.