Manuel Belgrano: Palabras de la Concejal Silvina Perez

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“SIRVO A LA PATRIA SIN OTRO OBJETO QUE EL DE VERLA CONSTITUIDA, ESE ES EL PREMIO AL QUE ASPIRO”

Así rezan las palabras del uno de los Protagonistas fundamentales en la construcción de la historia de nuestra Patria, que evocamos en esta jornada.

Hoy, 20 de junio se conmemora el paso hacia la inmortalidad de Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, instituido como el Día de la Bandera.

Precisamente el 2020 fue declarado por el Presidente de la Nación como “Año del General Belgrano”, hoy se cumplen 200 años de su muerte, y el pasado 3 de junio se rememoraban los 250 años de su nacimiento.

Es sin lugar a dudas uno de los hombres más ilustres de la revolución que diera origen a nuestro largo proceso independentista. El historiador Felipe Pigna lo describe como “uno de los más notables economistas argentinos, precursor del periodismo nacional, impulsor de la educación popular, la industria nacional, la justicia social, los derechos de los pueblos originarios y la libertad…”

Fue abogado, periodista, político, militar y diplomático, revolucionario en 1810, creador de la Bandera y Defensor de la Patria, la Cultura y la Ciencia.

Un dato poco conocido de su vida es que pertenecía a las filas de la masonería, abrazando la causa de la justicia, el trabajo y la ciencia, principios rectores de quienes se reconocen como hermanos.

Su participación en los distintos ámbitos de la vida ha dejado una huella indeleble a lo largo del tiempo, pero hoy quiero traer a la memoria y centrar la atención en la creación de nuestro máximo símbolo de argentinidad, la bandera nacional, uno de sus legados.

El ejército revolucionario enviado al campo de batalla se enfrentaba con las huestes realistas utilizando los mismos distintivos, de ahí surge la necesidad de diferenciarse de quienes desconocían al nuevo gobierno y luchaban por continuar subyugando estas tierras bajo el dominio colonial. Primero será la escarapela, y tomando sus mismos colores Belgrano dará origen a la bandera, dando cuenta de su proceder al Triunvirato con las siguientes palabras: “Que siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste, conforme los colores de la escarapela nacional…” Fue izada por primera vez el 27 de febrero de 1812 junto a la batería Independencia, un lugar de armas, sobre las márgenes del río Paraná, a la altura de Rosario, posiblemente en una isla ya desaparecida. Pero el destino quiso que no fuera reconocida de inmediato como símbolo patrio y el Triunvirato cuestionara su accionar, ordenándole guardarla, porque todavía hablar de independencia era peligroso y poco conveniente a los intereses foráneos.

Existen dos versiones de cómo fue aquella bandera original, algunos abogan que estaba conformada por dos franjas horizontales blancas y una azul celeste, y otros sostienen que tuvo dos franjas verticales, una de cada color. Su esencia es la misma.

¿Nos preguntamos alguna vez que representó para aquellos hombres?, ¿para cada soldado?

Ese paño desplegado al viento que marchaba al frente, fue abriendo caminos como estandarte en los campos de batalla, se convirtió en un emblema que amalgamaba la valentía, los miedos, las inseguridades, las penurias, los sacrificios y la muerte. Compañera de victorias y derrotas; inspirada en los colores de la Casa de los Borbones, en especial en Carlos III de España, o quizás en la tonalidad del uniforme de los Patricios, al cual Belgrano perteneció, o del manto de la Inmaculada Concepción de la cual era fiel devoto. Quizás alguno de estos criterios primó, pero lo cierto que nuestra bandera lleva los colores del firmamento, basta con levantar la mirada para encontrarla allí siempre, majestuosa, imponente, cubriéndolo todo. Es un pequeño pedacito de cielo que flamea altiva en los mástiles de cada escuela, de las instituciones, que está presente en cada instante de nuestra vida.

Hoy, para nosotros tendrá distintos significados, es el símbolo de la lucha por la democracia, por la igualdad, la que enarbolaron aquellos argentinos que fueron a la guerra para defender nuestra soberanía, la que clama por los derechos humanos, por el esclarecimiento de hechos que constituyen una deuda pendiente, la que nos reúne sin distinción de signos políticos, de credos, de razas, la que abrazamos y agitamos, la que nos emociona cuando nos representa fuera de nuestras fronteras, la que nos provoca alguna lágrima cuando estamos lejos de la tierra que nos vio nacer.

Hoy, nuestro país, inmerso en el marco del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio no nos permite realizar los homenajes previstos, las actividades se han visto postergadas a lo largo de nuestra geografía, algunos proyectos tendrán que esperar. Hoy muchos niños estarían agitando sus brazos en lo alto, con sus caritas de felicidad, proclamando la promesa a la bandera. Ya vendrán tiempos de festejos, la realidad nos pide a cada uno de nosotros algunos sacrificios, por el bien toda la ciudadanía.

Quiero tomar las palabras de Mercedes Sosa en aquella canción que dice: “…Sube, sube, bandera del amor, pequeño corazón y brilla como el sol y canta como el mar. Canta como el viento, peinador de trigo, canta como el rio, canta pueblo mío”

Hoy bajo un cielo cual infinita bandera, recordamos a ese otro Padre de la Patria, el que apagó su vida un 20 de junio de 1820 en la pobreza, olvidado, aquel que luego de darlo todo por su terruño no fue reconocido en su tiempo como hubiere merecido, aquel que dejó su vida, la tranquilidad de los libros, la palabra, la pluma y su intelectualidad para dirigir ejércitos con escasos recursos, luchando contra la adversidad, quizás creyendo que sus esfuerzos fueron vanos, en medio de la anarquía reinante por entonces, postergando su

salud, donando sus bienes para ofrendarlos a la causa que abrazó para siempre, soñando con las escuelas que debían crearse con el dinero que donó para ello, deseo que no fuera cumplido.

Que como Manuel Belgrano podamos estar imbuidos de las tres cualidades que principalmente formaban su mérito: patriotismo absolutamente desinteresado, contracción al trabajo y constancia en las adversidades, ahí reside el secreto de los que viven para siempre en el recuerdo.

Que por el reconocimiento general que su figura despierta en la ciudadanía, es muy valioso recordarlo una vez más como un factor que pueda contribuir a consolidar la unidad nacional.

Profesora Silvina Alejandra Pérez