Luego de 48 años de trabajo en Farmacia Basavilbaso, se jubiló “Chiquitin” Hempel

0
85

Por Leandro Hempel, su hijo

Vengo a contarles una historia real. Un joven, un adolescente de 16 años, alto y desgarbado, (“Chiquitín” para los amigos),que quería progresar, ayudar en su hogar, como tantos otros millones de jóvenes argentinos en los comienzos de 1975. Cuando por vicisitudes de la vida hubo que postergar los estudios y salir a trabajar para ayudar en su casa y a sus padres, no lo dudó. Primero trabajando de ayudante de panadería, luego de lavacopas, haciendo jardinería, terminó ingresando como cadete de farmacia, hace ya 48 años.

Sí, 17.562 días pasaron desde que inició su andar en la Farmacia Basavilbaso, de la localidad homónima, en la provincia de Entre Ríos.
Un don Flesler que confió en ese jovencito rubio para que haga las tareas más sencillas, que durante mañanas y tardes fue encontrando su vocación, aprendiendo nombres y propiedades de los remedios, viendo cómo preparaban las recetas magistrales que se hacían antaño y su uso, a discernir rápidamente cuál era el medicamento que el médico con letra casi ininteligible había recetado.
Todavía seguramente puede evocar el aroma de esas recetas magistrales, el mortero, los frascos.
Tiempo! Se desliza sin contemplación. Los años pasaron y fue tiempo de casarse, apostando a formar una familia.
Parece que fuera ayer, los días en que llegaba a casa con cajas con muestras gratis de remedios, muestras de perfumes, con los que uno se divertía
acomodando en el botiquín. O los días que los clientes amigos regalaban quesos, miel y alfajores, como muestra genuina de aprecio
por siempre estar de buen humor, ser atento, amable, sonreír, a pesar de tener preocupaciones, cansancio.
No fue médico, astronauta, ingeniero, pero en casi medio siglo se esforzó por atender y ayudar en todo lo que pudo a los demás,
cultivar el perfil bajo, apostar a que sus hijos puedan estudiar y salir adelante. Siempre tranquilo e impasible.
Doy fe que uno muchas veces decía, “soy hijo de Eduardo, el de la Farmacia” y siempre recibía palabras lindas que hacían llenar de orgullo
e inflar el pecho por el papá que la vida nos dio. Asimismo, los abuelos: Juan Hempel y Elvira Bauer, siempre orgullosos de su hijo menor.
Casi a los 50 pudo retomar los estudios, después del trabajo, en medio de turnos, esforzándose mucho para poder ser Técnico en Gestión de Farmacia.
Y lo consiguió.
Turnos: una palabra que asociábamos a ausencia. Significaba en su momento que había algunos días de la semana que debía hacer guardia
en la farmacia por la noche. Que había fiestas de fin de año, cumpleaños, actividades, aniversarios, en los que no podía estar
y se lo extrañaba. Cuanto. Actos escolares en donde uno miraba y estaba solo mamá, dolía.
Brindar en navidad sin él, mucho más. Primos, tíos, abuelos, mamá, nosotros, lamentando que no podíamos compartir con el tío “Fritz” para algunos
o el “tío chiqui” para otros. Casi 5 décadas de dedicación absoluta e ininterrumpida a su labor. Trabajador incansable son las palabras que sintetizan su espíritu y dedicación, las cuales siempre se ocupó de transmitirnos. Creo que los homenajes se hacen en vida y estas palabras son una ínfima síntesis y muestra de admiración de lo que representa para su familia y estimo que el sentir de gran parte de los vecinos de la ciudad o localidades aledañas,
que van a extrañar cuando este muchacho (ya no tanto), pero joven de espíritu, no esté detrás del mostrador de la farmacia.
Esperamos que puedas disfrutar muchos, muchos años más y descubrir nuevos horizontes ahora que te jubilas.
Es tiempo de emprender un nuevo comienzo. Gran compañero, excelente padre, esposo y abuelo amoroso.
Te amamos Eduardo Hempel. ¡Tu Familia, compañeros y amigos!