La Reina de la Independencia. Por Ana María Luna, “Pampi”

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Asomado al balcón escuchas por el alto parlante:-Llegando por segunda plataforma el tren procedente de Concepción del Uruguay…no suba ni baje con el tren en movimiento; evite accidentes-
Arremangas tu camisa, impecable, cuello almidonado y observas el paso cadencioso de tantas personas en paseo dominguero por el andén.
El chirriar de fierros sobre el riel, te indican el arribo.
Es desde ahí, tu atalaya preferido, que observas cada movimiento… el guarda primero en descender, acomoda la escalerita justo en la puerta por la que aparecerá como todos los domingos…ella. Peinado recogido, bella, pequeña.
Bajas presuroso la escalera que te lleva al patio del hotel, el sonido metálico al cruzar cada escalón acompasa tu respiración.
Bajo el alto marco de la puerta lateral, esperas su paso…enciendes un cigarrillo que acompaña tu ansiedad por verla, ahí tan cerca.
El momento mágico dura segundos; esos suficientes en que reclinando suavemente la cabeza saludas a esa mujer que te desvela, que con una sonrisa amplia, ingenua tal vez, logra intimidarte. Sí, a vos; hombre de la noche, seductor, tanguero y dandy…
Sólo una medianera separa el “Italia” de la pensión donde viven las señoritas maestras y tu inquietud por verla una y otra vez.
Algunas palabras suceden a las miradas y las caminatas vespertinas son acompañadas por historias de vida que ella escucha embriagada por tu voz.
El Cine Teatro Astral, sería el lugar; el 9 de julio, el día de la gala.
Tus zapatos brillantes, el traje perfecto y ella…radiante; un vestido negro ceñido, marcando su cintura. Sonando acordes de la orquesta, la ves subir al escenario y entre aplausos, coronada la reina.
Las luces marcan su rostro, te acercas ofreciendo tu mano para el descenso y al son de la Cumparsita abrazas su cuerpo. Danzan, giran, sueñan…tu cuerpo y el suyo latiendo por primera vez juntos.
Una historia de amor que así comienza, dos seres inolvidables. Tú, mi padre…ella, mi madre.