Carolina Leiva, profesora de educación física, hace dos años dejó Buenos Aires para mudarse al país anfitrión del campeonato. Allí conoció a su actual pareja, con quien pasean con las camisetas de los respectivos seleccionados de fútbol para demostrar que el amor excede al deporte. Las costumbres que más la sorprenden
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Carolina Leiva extraña tomar mate en un parque, caminar durante horas y las clases mixtas que ofrecía en los gimnasios en los que trabajó hasta que comenzó la pandemia. Además de ser profesora de Educación Física, enseñó a bailar tango y folclore, y fue instructora de clases de spinning y aerobic.
Todo eso también lo impartía en una empresa de cruceros, donde en 2019 conoció a una colega de Brasil que le contó que al finalizar aquel trabajo se mudaría a Qatar para vivir una nueva experiencia; en plena pandemia de coronavirus le ofreció sumarse. Pero no pasó mucho tiempo para enviar su currículum y aceptar partir a un nuevo destino y aprender a vivir en una cultura que siempre la maravilló y que hoy sorprende.
“Me contactó quien hoy es mi jefe y dijo que en 15 días podía comenzar. Le pedí un poco más de tiempo, para asimilar el cambio y fui a vivir a Qatar”, le cuenta a Infobae sobre el inicio de la experiencia que día a día la sorprende: “Me gusta la danza árabe y pensé que sonaría todo el tiempo, pero nada que ver. Mi novio, que es brasileño es DJ, organiza fiestas y pasa mucha música argentina, como cumbia actual y las más viejitas, y también música latina”, agrega.
Solo llevó dos valijas con ropa que eligió muy bien, sabiendo las reglas del que sería su nuevo hogar. “Todos me decían que no podría llevar ni el top o las calzas con las que siempre di clases porque no se puede mostrar el cuerpo, así que compré prendas más amplias y que fueran buenas para las altísimas temperaturas del verano qatarí, cuando supera los 45 grados, como pantalones de bambula, que son más frescos”, cuenta.
Vivió de cerca la construcción de los estadios mundialistas y el simulacro que se realizó en Qatar de cara a la Copa del Mundo. Pese a sus intentos, no pudo comprar entradas para ver ninguno de los partidos de la primera fase que ya disputa la Selección Argentina.
“Lo que más extraño de mi vida en Argentina es salir a caminar, caminar por horas; sentarme en un parque a tomar mate. Acá no se puede por el calor agobiante que hace. Casi nadie camina y a la hora de ir a pasear lo hacen en auto. ¡De noche la temperatura supera los 45 o 47 grados en verano!”, cuenta la mujer de 34 años que por amor a las diferentes culturas decidió dejar su vida en Argentina y mudarse a un país con costumbres tan diferentes.
Hasta allí llegó “prácticamente en plena pandemia”, dice. “Fue durante la cuarentena, cuando al igual que otros profes de gimnasia, di clases de manera online. Antes de eso, trabajé unos 10 años dando clases de gimnasia en cruceros y allí conocí a otra profe brasileña que durante los días de encierro en Argentina, me contó que ella estaba en Qatar dando clases y que había vacante para una profe de Argentina. No estaba muy entusiasmada, primero, pero como estaba esperando el llamado del crucero y debía embarcar en Italia, donde había varios casos de Covid, me dio miedo hacer ese viaje y finalmente se canceló y la oportunidad qatarí seguía en marcha, así que le mandé a esa profe mi currículum, lo pasó y a los días me contactaron”, detalla.
Desde que llegó con dos valijas y lo justo y necesario pasaron dos años. “El primer tiempo compartí vivienda con mi colega de Brasil y otras profes, pero no me acostumbré a la convivencia y busqué un alquiler solo para mí. El gimnasio en el que trabajo, ubicado en el edificio Iconic 2022, tiene distintas sucursales, pero es solo para mujeres. Allí soy entrenadora personal de mujeres y les doy clases todos los días, ocho horas seguidas. Esto para mi fue un desafío y también me hace extrañar las clases mixtas que tenía cuando enseñaba aeróbica o spinning, que por ahí eran las clases en las que había más hombres”, cuenta y dice que sí hay gimnasios mixtos, pero que están destinados a residentes de otras nacionalidades y turistas.
Sabiendo cuáles eran las reglas que debía cumplir al mudarse a Qatar, cuenta que no tuvo problemas en acatarlas y sobre la vestimenta dice la mujer que reside cerca del Centro Comercial Villaggio: “Cuando llegué era más cerrado el pedido de estar cubiertas, ahora hay más apertura. Ahora es desde hace un mes y debido al mundial. Se puede estar en musculosa o con un short, no muy corto, pero se puede usarlo sin que digan algo en las zonas como La Perla o Puerto Arabia, que son más top, y con turistas. Pero hace un año, estaba en un parque en musculosa y me pidieron que me tapara, que me pusiera algo con mangas”.
Pese a eso, cree que las reglas pueden mantenerse a futuro para los nativos, que lo asumen como una costumbre propia basada en sus creencias, más allá de lo que la ley ordene. “Es por respeto a su religión que lo hacen, por eso cuando una persona llega desde otro país debe respetarlo”, pide.
Otros de los detalles que marca es el cambio de temperatura en el día, debido al calor extremo. “En cada lugar cerrado, los aires acondicionados están a baja temperatura y cuando salís te encontrás con la temperatura agobiante”.
También cuenta que las mujeres, al no poder mostrar sus cuerpos, cuidan mucho de sus manos, las uñas, los ojos y cejas, y admite qué costumbre la sorprendió. “Yo quería ir a una fiesta de casamiento para ver cómo era y porque allí se conoce bien una cultura y me sorprendió que cada uno de los novios tiene su propia fiesta. O sea, la novia solo festeja con mujeres y el novio con hombres, no se mezclan”, dice y explica cuál es la gran diferencia de lo que puede pasar en Argentina, que las solteras y solteros pueden aprovechar la ocasión para conocerse.
“En Argentina por ahí se piensa en la posibilidad de conocer a alguien y una persona se arregla para eso, las chicas por si conoce a un chico, por ejemplo, acá en cambio las mujeres se arreglan para otras mujeres porque en esa fiesta las solteras conocerán a las madres de los solteros y es a ella a quien querrán agradar y que la mujer piense: ‘Yo quiero a esta mujer para mi hijo’. Esa fue para mi una sorpresa”, admite.